Esta cama siempre me ha parecido pequeña,
demasiado pequeña para dos,
como si sólo hubiese sitio para mí,
pero anoche pude dormirme sin necesitar mi espacio,
y cada vez que abría los ojos, tú seguías abrazándome mientras dormías.
Y es que a veces es tan simple como abrir los ojos y sonreír porque los tuyos siguen ahí.
Y hoy no estás, y no puedo evitar pensar en lo inmensa que es esta cama,
este desierto que aún huele a sed,
estos noventa centímetros en los que tú no estás.
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