jueves, 30 de junio de 2016

;

A veces me cuido como a una niña frágil a la que no sé cómo decirle que hay cosas ahí fuera que harán que se rompa como el cristal.
A veces me miro al espejo y me sonrío como le sonreiría a alguien que me cuenta con ilusión una historia que siento que acabará mal.
A veces entiendo que siempre me querré con todo el corazón que es mío aunque siempre lo comparta.
Estoy sangrando y esta vez no es solo tinta. Siento en mi vientre el dolor del parto de la niña que intento seguir siendo.
Quiero que acabe toda esta procrastinación de vivir, cuando lo haga me compraré flores y libros de poesía. Ansío vivirme, no quiero que nada lo entorpezca.
Quiero sentir tanto que tenga que llevar el corazón en la mano porque no me quepa en el pecho.
Quiero no hacerme nunca más daño, que no es lo mismo que dejar de meter el dedo en la herida.
Me pinto corazones en las cicatrices porque el amor lo cura todo pero te deja marcado.
Quiero escribir todas mis contradicciones. Quiero aceptar que a menudo escribo cosas bonitas a personas que no lo son tanto y entender que no pasa nada por sentir lo que siento.
Quiero mostrarme con las alas abiertas y sentirme un pájaro y no una diana. Quiero volar y volver al nido.
Quiero ser todas las niñas que he sido y todas las que me quedan por ser.

Nunca he sabido superar una pérdida, por mucho que haya ganado luego.
Lo mires como lo mires, hay personas que son una ganancia demasiado grande como para dejarlas escapar.
Ojalá nunca te deje escapar, no me lo perdonaría.
No me lo perdonaría porque eres la única persona que cuando ve un cartel en la puerta de un bar que dice ‘deje su perro aquí’ piensa que es porque lo van a cuidar.  No me lo perdonaría porque ves el mundo así, de esa manera que hace pensar que quedan más cosas buenas que malas y que el mundo es de colores y no de una aburrida gama de grises.
No me lo perdonaría porque tienes esa sonrisa en la carita que hace que yo sonría incluso cuando pienso que todo está mal.
Que se te da bien hasta reñirme, ¿qué más puedo decirte? Si a mí lo que de verdad me gustaría es que te vieses como el arcoíris que eres, como un solecito que puede alumbrar y dar calor incluso sin ni siquiera intentarlo.
Puede que te haya dado mil abrazos de despedida, pero me alegra pensar que aún me quedan muchísimos más que darte cuando vuelvas. Pensar que seguiremos viendo ‘Ladybug’ porque hay que ser un adulto muy serio para no ver dibujitos, y nosotras siempre nos reiremos.
Pienso en esa  canción que dice ‘you’ll always find your way back home’, y me entran ganas de que vuelvas.
Y es que hogar es un lugar en el que tú y yo hablamos durante horas, que lo importante de los sitios son las personas y yo siempre me he referido a este piso como ‘casa’ (no en el sentido de ‘edificio’ sino de ‘hogar’).
Podría rellenar mil folios hablando de ti.

Gracias por darme un hogar, mucho más por serlo.

viernes, 24 de junio de 2016

Un poquito de casi todo.

No sé qué podría hacer si soy una máquina de pensar en lo que siento.

No voy a decir que lo siento por pensar lo que pienso. Siento todo lo que pienso, pero no así.

Soy una oda a la melancolía. Escribo a un ritmo que no soy capaz de seguir, me da miedo volver a perderme.

Escribo lo que podría sentir por personas a las que no siento, me niego a sentirte, tampoco sabría cómo hacerlo.

El otro día, un desconocido me pidió fidelidad y entendí que hay cosas que hay que dar sin que las pidan, y yo no quería darle nada. Llevábamos algunas horas hablando cuando pensó que  ya tenía algún derecho y como no me conocía, no sabía lo mucho que odio que me impongan deberes.

Últimamente escribo más de la cuenta, tengo muchas cosas que hacer y no quiero que nadie me hable de despedidas.

Querría decirte adiós en todos los idiomas. Querría que no vinieras a despedirte, ya nos hemos hecho más que suficiente daño. Creo que hay cosas que no podríamos perdonarnos.

He vuelto a besar callejones sin salida, me gusta que todos los caminos me lleven a mí, y es que, cielo, no hay ninguna posibilidad de que volvamos a casa en tu coche.

Sé que volveré pero no quiero irme, incluso todo este calor merece la pena por estar con personas que nunca dejan que sientas frío.

Este año he descubierto (me han enseñado) que alguien que te quiere siempre te dice cosas que no quieres escuchar simplemente porque deberías saberlas, que aguanta tu mala cara y tus contestaciones entonces pero sigue diciendo lo que dice porque lo piensa, y a ti te siente.

No sabría cómo agradecerles la cantidad de veces que me han abierto los ojos.

Este año he llegado a la conclusión de que el amor es egoísta, y lo descubrí con la amistad.

Este año he escrito sobre saludos y despedidas.

He escrito sobre amor, vicio y literatura.


Este año me he escrito mucho. No quiero dejar de conocerme.

miércoles, 22 de junio de 2016

A Neruda he venido a hablarle de Primavera.

Yo le escribí ‘Primavera’ a alguien que nunca me trajo flores, un día me dio unas hojas y me dijo que así era mejor. Menos mal que nunca me dio semillas porque jamás hubiésemos conseguido hacer crecer nada juntos, y qué culpa tienen las flores.

Lo llamé primavera porque consiguió que hiciese calor un invierno en el que pasé mucho frío, el problema es que si seguimos con la metáfora  llegará un punto en el que diré que él no había florecido, y no era mi intención llamarlo capullo.

Él era un niño inseguro y azul lleno de dudas, y yo quería amarlo porque creía tener la certeza de que algún día sería la suya, de que algún día vendría a tiempo y me diría que sabía que yo, que no tenía ni idea del resto, pero a mí me veía clara.

Así que me colgué de su espalda y tuvimos una casa a la que nunca pudimos llamar ‘hogar’, nos pasamos tardes enteras en el parque jugando a que nos queríamos e hice de su barba mi lugar favorito.

Un día el mar nos vio querernos y no dejé de ser una niña para hacerme mayor.

Un día no lo había visto desde aquel banco y le dije que ya no quería verlo más.


Vinieron después muchos días en los que deseé volver, vinieron incluso más en los que me alegré de no haberlo hecho.

sábado, 18 de junio de 2016

Sé que el ‘viernes’ no va a perder la ‘r’ y no sé a quién le estoy escribiendo esto.
Sé que a veces pienso que a ti, otras que a él, y que la mayoría de las veces no sé quién es quién.
Sé que puedo decir ‘azul’ y ‘hogar’ en la misma frase.
Creo que no os escribo a vosotros, sino a mí, que soy a la que no sé qué le escribo. Creo que ya no entiendo mis señales, porque no creo que ni yo sea tan poco constante.
Sé que ya no me entiendo, a secas.
Sé que no sé lo que quiero.
Sé que al primero no.
Sé que al Primero no sé.
Sé que a mí mucho.
Sé que me quiero mejor de lo que vosotros jamás lo haréis, pero vuelvo a pensaros y se me olvida.
Pero vuelvo a pensarme y no os olvido.
No sé si quiero escribiros para siempre, no creo que sea decisión mía.

A veces pienso que sólo os utilizo como personajes en las historias que me escribo a mí misma, que os adaptáis al guión, sin voz ni voto, siendo lo que yo quiera, aunque quizás no os quiera tanto.