Nunca he sabido superar una pérdida, por mucho que haya ganado luego.
Lo mires como lo mires, hay personas que son una ganancia demasiado grande
como para dejarlas escapar.
Ojalá nunca te deje escapar, no me lo perdonaría.
No me lo perdonaría porque eres la única persona que cuando ve un cartel en
la puerta de un bar que dice ‘deje su perro aquí’ piensa que es porque lo van a
cuidar. No me lo perdonaría porque ves
el mundo así, de esa manera que hace pensar que quedan más cosas buenas que
malas y que el mundo es de colores y no de una aburrida gama de grises.
No me lo perdonaría porque tienes esa sonrisa en la carita que hace que yo
sonría incluso cuando pienso que todo está mal.
Que se te da bien hasta reñirme, ¿qué más puedo decirte? Si a mí lo que de
verdad me gustaría es que te vieses como el arcoíris que eres, como un solecito
que puede alumbrar y dar calor incluso sin ni siquiera intentarlo.
Puede que te haya dado mil abrazos de despedida, pero me alegra pensar que
aún me quedan muchísimos más que darte cuando vuelvas. Pensar que seguiremos
viendo ‘Ladybug’ porque hay que ser un adulto muy serio para no ver dibujitos,
y nosotras siempre nos reiremos.
Pienso en esa canción que dice ‘you’ll
always find your way back home’, y me entran ganas de que vuelvas.
Y es que hogar es un lugar en el que tú y yo hablamos durante horas, que lo
importante de los sitios son las personas y yo siempre me he referido a este
piso como ‘casa’ (no en el sentido de ‘edificio’ sino de ‘hogar’).
Podría rellenar mil folios hablando de ti.
Gracias por darme un hogar, mucho más por serlo.
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